martes, 23 de febrero de 2010

Señora mía

Míreme usted, oh señora mía.
Míreme usted, con esa mirada suya.
Con esa mirada suya penetrante…

Ría usted, oh señora mía.
Ría usted con la labia de mi boca.
Déjeme admirar el brillo de sus labios.
El brillo de sus labios delicados delineaditos,
Embriagadores a los ojos de los hombres.

Pierda usted la compostura, oh señora mía.
Pierda usted la compostura aunque sea un instante.
Aunque sea un instante y permítame deslizar
los pelos que cubren su indescriptible rostro.
Permítame deslizar esos cabellos y murmurarle lo que siento.

Deme del vino de sus pies, oh señora mía.
Deme del vino de sus pies, aquel que la agita.
Concédame beber de él hasta perder la memoria.
Concédame beber de él y chorrear mi cuello
Y aun así no parar hasta manchar mi camisa.

No sea tan mezquina, oh señora mía.
No sea tan mezquina pues el tiempo corre.
Pues el tiempo corre y nos vamos poniendo viejos.
¿Porqué se castiga en un luto innecesario?,
No nos perdamos de la experiencia de los años, oh señora mía.
No nos perdamos de la experiencia de los años mire que ya
Se nos fue la juventud.

Apoye su tristeza en mi alegría, oh señora mía.
Apoye su tristeza en mi alegría y en mis ganas de vivir.
Cédale a mis manos que la protejan.
Cédale a mi cuerpo que la arrulle en las noches frías.

Hágase usted deudora de mis besos, oh señora mía.
Hágase usted la única deudora de todos mis besos,
Esos besos míos rapiditos, esos interminables,
Esos besos míos apasionados, románticos, imaginativos,
Aquellos besos vergonzosos, delicados, prohibidos…

Descúbrase, oh señora mía.
Descúbrase adicta al sabor de mi piel,
Al olor de mi cuerpo, a mi manera de vivirla.
Fórjese en medio de mi pecho, oh señora mía.
Fórjese en mi pecho y apóyese en el latir agitado
De mi corazón.

Hábleme usted, oh señora mía.
Hábleme usted con esa vocecita suya.
Hable con esa vocecita y diga que me ama de una vez.
Diga que siempre me ha querido, oh señora mía.
Diga que siempre me ha querido así como yo a usted.